domingo, 9 de febrero de 2014

Extracto del artículo: Todo el poder a los Círculos de Miguel Urban

Los Círculos deberán ser el espacio de auto-organización de la gente que se adhiere al método, las ideas-fuerza y los objetivos de Podemos. Se podrán convertir así en la vacuna necesaria contra los riesgos de hiper-liderazgos por los que esta iniciativa ha sido criticada por diversos sectores. Y podrán ser los anclajes oportunos para  ensanchar el espacio social que nos permita convertir en hegemónico un pensamiento alternativo al actualmente representado por las élites.

Cambiar el mundo, derrocar un régimen no es una mera fórmula matemática. Por eso mismo, los Círculos no pueden ser concebidos como capillas donde rezar a nuestros santos, auto-proclamar nuestro credo redentor ni expiar nuestros pecados. O los convertimos en institución popular de un proceso abierto y en construcción o se convertirán en un nuevo ejercicio de desilusión. Y estamos ante una oportunidad que no podemos ni nos merecemos desaprovechar.

La proliferación, en este sentido, de los Círculos es signo de ilusión. De unas expectativas que, ahora mismo están, por fortuna, fuera de cualquier tipo de control. Son señal inequívoca también del deseo incontenible de mucha gente por recuperar protagonismo, por hacer suya una herramienta de código abierto, reapropiable por cualquiera, recombinable en formas y fórmulas según las condiciones, un ejemplo de auto-organización, de un empoderamiento social tan necesario como imprevisible en su desarrollo. Necesario porque sin esta experimentación por abajo será imposible hacer frente al reto mayúsculo que tenemos por delante: hacer saltar por los aires las reglas de juego, los corsés y los consensos que establecen los límites en el actual Régimen político. E imprevisible porque esta aventura no tiene guiones marcados ni pre-establecidos.

De algo podemos estar seguros: las experiencias reales de auto-organización, de empoderamiento y de ruptura con lo existente son momentos de creación de instituciones propias, de recreaciones democráticas de nuevos espacios sociales desde los que articular nuevas formas de estar en común, de construir nuevos pactos sociales por y para la mayoría.

Los Círculos pueden ser una buena oportunidad para reconstruir una nueva cultura política del antagonismo tejida desde la diversidad y alejada de tensiones propias de la impotencia. Sólo generando espacios amables, respirables, de confianza, alejados de las conspiraciones de unos palacios inexistentes podremos desarrollar lugares de encuentro, donde las diferencias (irrenunciables en unos espacios que no buscan la uniformidad ni el pensamiento único) no sean resultas en falsos consensos si no en debates y procedimientos democráticos e inclusivos.

Los Círculos pueden ser una buena “mesa de operaciones” colectiva desde la que rearmarnos de una estrategia orientada a imponer un(os) proceso(s) constituyente(s) que supongan la impugnación y superación definitiva del régimen actual.

Con los Círculos se busca generar herramientas reales para una unidad popular de los de abajo. Una unidad para hacer frente al reto: convertir a los más en cambio político efectivo y de ruptura.

Estos Círculos deben ser espacios locales, asamblearios, ligados al territorio y soberanos, pero con una clara voluntad federalizante, de construcción de instituciones comunes, de una coordinación y formas de organización democráticas. Para ello, algunas lecciones de las formas de organización del 15-M pueden ser especialmente importantes (modelos de dinamización, uso de las nuevas posibilidades tecnológicas, etc.) pero también habrá que posibilitar formas de participación para los más, con mecanismos ágiles, formas organizativas inclusivas y transparentes que permitan hacer avanzar las iniciativas, los debates y la toma de decisiones.

Los Círculos no deben ni pueden sustituir la centralidad de un “ciclo de movimientos desobedientes” que hay que seguir potenciando en torno a demandas comunes, ya que ésa es condición fundamental para ir construyendo un bloque plural de los diferentes pueblos del Estado español y un empoderamiento creciente de los mismos, capaz de ir cambiando la relación de fuerzas.

Parece necesario dar un paso adelante hacia la convergencia desde y los de abajo, en la cual encaremos el debate electoral como un medio y no un fin en sí mismo y desde la perspectiva de cómo puede este espacio ayudar a impulsar las luchas en marcha y las que vendrán.

A estas alturas, ya tenemos claro que el significante que hoy está en verdadera disputa es el de democracia.

Y no hay democracia si gobiernan los mercados, si las religiones gobiernan el cuerpo de las mujeres, si el lucro gobierna sobre lo que es de todos. Hoy democracia es, por tanto, hablar de nuestra soberanía perdida. Una soberanía arrebatada sobre nuestros recursos, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras vidas condenadas al paro, el exilio, la precariedad. Sobre una economía intervenida desde fuerzas externas al cuero social soberano y condenada a pagar una deuda que no es nuestra. Una soberanía que hay que recuperar para empezar a construir una democracia de la gente, del derecho que tenemos a decidir colectivamente sobre todo: sobre nuestros barrios, nuestros servicios sociales, nuestros recursos, sobre cómo nos queremos organizar, sobre el derecho de los pueblos a decidir libre y democráticamente su futuro y su forma de relacionarse con otros pueblos.

Cuanto más grandes sean los Círculos de Podemos, cuanto más se alejen del fetichismo de la palabra “izquierda” para construir un relato emancipador de ruptura construido desde abajo, más cerca estaremos de disponer de un instrumento capaz no de “mover ficha”, si no de reventar el tablero amañado en el que nos vemos obligados a jugar.

Para que Podemos tenga sentido, para que sea útil el método y el proceso, para ser una herramienta de transformación social y no una sigla más, para encontrar la unidad de los de abajo, los Círculos deben ser espacios de vinculación natural y efectiva de los y las de abajo para conquistar y ejercer, precisamente, lo que nos han robado: la posibilidad de decidir sobre nuestras vidas.

En las montañas del sureste mexicano, el portavoz de la digna resistencia indígena ya nos mostraba la estrecha vinculación entre la lucha y las formas geométricas: “La lucha es como un círculo, se puede empezar en cualquier punto, pero nunca termina.” En estos momentos se hace necesario levantar una consigna: ¡Todo el poder a los Círculos!

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