Las siglas, las banderas, los discursos, las ideologías, al igual que las religiones, son, como las conductas verbales, comportamientos débiles (dime de qué presumes y te diré de qué careces), son fantasmagorías, deificaciones, reificaciones; son cantos de sirenas, comportamientos inhibidos que nos apartan del objetivo a conseguir, de la conducta real a realizar.
Hace unos días daba datos, avalados por estudios científicos, sobre la disonancia que existe entre la conducta verbal y la real. Casi el 80 por 100 de las cosas que decimos o pensamos las dejamos sin hacer, o sea, no transformamos la conducta verbal (lo que decimos) en conducta real (lo que hacemos).
Es por ello que solemos decir que a las ideas se las lleva el viento igual que a las palabras. Podéis mirar dónde estamos por seguir ideologías, que no son más que fantasmagorías legitimadoras y encubridoras de tres al cuarto. De ellas no sale nada productivo, solo error y desorientación.
La ideología, según la concepción marxista de la historia, actúa de lubricante, de válvula de escape, para mantener fluidas las relaciones sociales, proporcionando el consenso social necesario justificador del predominio de las clases dominantes y del poder político.
Marx nos insistía en sus textos, una y otra vez, que las clases populares no tienen ideología que realizar ("No tienen que realizar ideales, sino poner en libertad los elementos de la nueva sociedad". La guerra civil en Francia). En "La Ideología Alemana" se dice: "También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esa realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento".
La ideología, como la religión, es un invento de las clases dominantes para acallar a las masas que sufren y, por tanto, que son potencialmente rebeldes.
La ideología, como la religión, prenden en la persona que todavía no se ha ganado a sí mismo o bien ya se ha vuelto a perder.
La religión, al igual que la ideología, es conciencia invertida del mundo, porque vivimos en un mundo al revés.
La religión, al igual que la ideología, es la realización fantástica de la esencia humana, puesto que la esencia humana no existe en la realidad. Por tanto, la lucha contra la religión y la ideología es indirectamente una lucha contra este mundo de padecimientos e injusticias. La religión y la ideología es el alivio fantasioso de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo.
La superación de la religión y de la ideología como felicidad ilusoria del pueblo, es la reivindicación de su felicidad real. El llamado para que el pueblo se deje de ilusiones acerca de su condición, es el llamado a que termine con un estado de cosas que necesita ilusiones.
La crítica de la religión y de las ideologías es ya, en embrión, la crítica a este valle de lágrimas santificado por la religión y las ideologías.
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