sábado, 10 de noviembre de 2012

Trascender a la vieja izquierda tradicional


Le digo a mis compañeros y amigos de CLI que lo mío, guste o no guste, es un hacer pensar. Y la izquierda tiene que ser pensada y repensada; y más que ello transcendida en la práctica, o sea, realizada.

La vieja izquierda, la que dice una cosa y hace la contraria; la que practica la ideología, esto es, el subterfugio y el  engaño, ya no nos sirve. Los años que llevamos de poliarquía (lo llaman democracia y no lo es) han supuesto una verdadera  desarticulación de nuestra fuerza. Los hechos y la situación que actualmente vivimos son más que evidentes de ello.

El sistema ha doblegado a la vieja izquierda poniéndola a su servicio en el caso del PSOE y haciéndola testimonial e insignificante en el caso de IU. Incluso a los sindicatos los ha transformado en fuerzas apesebradas a través de liberados, cursos y subvenciones.

Lo fácil, obviamente, es mirar hacia otro lado arropándose en más y más ideología, así como en ese mecanismo de defensa para  evitar abordar la realidad que Freud llamaba "racionalización".

Estamos viviendo un tiempo de ruptura. Se quiera ver o no se quiera ver la realidad es muy tozuda. Un tiempo de ruptura que  exige herramientas a la altura y expectativas de los tiempos. Las herramientas políticas del siglo XIX estaban muy bien para  el siglo XIX, las del siglo XX para el siglo XX; pero el siglo XXI requiere herramientas nuevas. A las gentes, a los  ciudadanos del siglo XXI, de este nuevo Siglo de las Luces, no nos valen los relatos y los cuentos. No nos valen las verdades  axiomáticas e incontestadas de los papagayos de la memorieta, pues sabemos que las palabras se las lleva el viento (también  el tiempo) y los textos, el papel, lo soporta todo; así como que las ideologías no significan nada.

Mis análisis suelen ser de brocha gorda para que se entiendan, pues con brocha fina pasarían desapercibidos para las gentes  imbuidas en la alienante ideología que hemos padecido durante las últimas décadas y que nos han llevado hasta dónde estamos,  a ser insignificantes y a no hacer ni cosquillas al sistema. Mucho manifiesto, mucha declaración, mucha ideología y a la hora  de la verdad nada de nada; todo humo y más humo. Y es que la ideología es eso, humo; por eso es inaprensible.

Por sus hechos los conoceréis, a los hechos mismos es a los que hemos de ir. Sobre esto llamo la atención y provoco para  centrar el interés, pues de no ser así seguiríamos perdiéndonos en fantasmagorías e ilusiones vanas.

Unamuno declara en tono desafiante: "¿Qué me importa lo que Cervantes quiso o no quiso poner allí y lo que realmente puso? Lo  vivo es lo que yo allí descubro, pusiéralo o no Cervantes". Hemos de atrevernos a encontrar lo vivo. La ideología hace lo  contrario, intenta acomodar lo vivo a lo muerto. Por ello frente a ella surge el saber praxeológico que desarrolla la praxis,  esto es, lo vivo que es capaz de poner, incluso a lo muerto, a su servicio. Lo vivo es el ser humano, lo muerto el capital.  La ideología siempre termina poniendo al ser humano al servicio del capital, de la cosificación, de la reificación. Todos los  procesos revolucionarios y de cambio que se han aferrado a la ideología han terminado igual, muertos; la revolución rusa la  primera. Los hechos son contundentes, por ello lo nuestro ha de ser un poner en libertad los elementos de la nueva sociedad,  no engañarlos con espejismos.

Y esto que digo no es acomodar la realidad a ninguna teoría, sino todo lo contrario; pues lo real es el proceso de vida. Una  filosofía de la praxis, un saber praxeológico (materialista y dialéctico) es algo muy diferente, y antagónico, a una  ideología (fe y dogma).los hechos son muy contundentes y ya no admiten quimeras.

Como siempre digo, estas son mis ideas que dejo a vuestro mejor criterio.

Javier Caso Iglesias | Analista Político y Activista Social

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